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HUALAHUISES, NL., 4 de junio de 2025.- Nunca imaginaron que ese abrazo antes de subir al autobús sería el último. Que esa sonrisa compartida mientras cargaban maletas estaría destinada a la eternidad. Lo que debía ser un viaje lleno de alegría, playa y convivencia… se transformó en una tragedia que hoy enluta a todo Escobedo.
La madrugada del martes, un autobús que transportaba a trabajadores, familiares y vecinos de la colonia Praderas de San Francisco, volcó en el kilómetro 169 de la Carretera Nacional, en una curva conocida por su peligrosidad. 11 personas murieron, entre ellas dos menores de edad, y al menos 31 resultaron heridas, algunas de gravedad.
El viaje había sido organizado por los dueños de la tienda de abarrotes y carnicería “Raque”, como un gesto de gratitud hacia su equipo. Era una tradición: cada año, salían rumbo a Miramar, Tamaulipas, como forma de agradecer el esfuerzo, la entrega y el trabajo de quienes día a día levantaban el negocio. Pero este año, el destino los traicionó.
Según los primeros reportes, el conductor perdió el control del autobús, cruzó el camellón y el vehículo terminó volcado. Una curva peligrosa, con más de una docena de accidentes registrados, fue el escenario donde las risas se apagaron.
Vecinos recuerdan haber visto el autobús horas antes: los pasajeros llenos de emoción, con ropa veraniega y rostros iluminados. Algunos niños llevaban juguetes de playa. Hoy, esas imágenes duelen.
Las autoridades estatales y cuerpos de emergencia trasladaron a los lesionados a hospitales en Montemorelos, Linares y Guadalupe, mientras que tres menores fueron llevados por vía aérea al Hospital Materno Infantil debido a su delicado estado de salud.
Los nombres de los heridos son ahora parte de una lista que duele leer, donde abundan los apellidos compartidos: familias enteras heridas, hermanos, hijos y padres internados, esperando noticias. Entre los más pequeños lesionados están niños de apenas 11 meses, 2 años, 3 años…
Un altar improvisado con veladoras y flores comenzó a levantarse esta noche en una esquina de la colonia. Los vecinos se abrazan en silencio. Se organizan colectas para ayudar con gastos funerarios. La tristeza es tan grande que cuesta respirarla.
Este no fue un paseo común. Fue un gesto de amor. Una muestra de que el trabajo en comunidad sí importa, de que hay empleadores que valoran a su gente. Pero lo que nació como un regalo, terminó en la tragedia más cruel.
Hoy, Escobedo llora a sus hijos, a sus vecinos, a sus amigos. La nobleza de un viaje que celebraba la vida, fue opacada por el luto. Las preguntas ahora abundan: ¿Pudo evitarse? ¿Por qué esa curva sigue igual? ¿Por qué ellos?
Lo único cierto es que 26 familias están de luto, y que la colonia entera carga con un vacío que tardará años en sanar.